El contenido que aceptamos

Por: Santiago Cantillo 

    Florentino Pérez y Andrea Agnelli. Precursores de la Superliga.

Cuando muere Diego Armando Maradona, Marcelo Bielsa tuvo-como siempre-el tino de decir que su muerte le afectaba a los más débiles porque en El Pelusa se encarnaba la fantasía de que, aún surgiendo desde lo más bajo, era posible triunfar. Y, para mi, no es gratuito que el que haya sido probablemente el futbolista más grande de todos los tiempos tenía como principal característica la capacidad de generar ese efecto esperanzador en la gente. Algo de espíritu amateur ha de tener el contacto del empeine con el cuero de la pelota. Algún componente heroico debe haber detrás de la acción de tratar de controlar un balón, cuando todos sabemos que de la línea de cal para afuera el mundo es un lugar trágico y espeluznante. Haciendo el paralelismo con el arte, yo creo que en el fondo muchos nos enamoramos de este deporte porque dentro de una cancha de fútbol las motivaciones humanas encuentran un nido en el que descansar. Pues creemos que ahí todo puede salir bien, que ahí la felicidad de lograr cosas imposibles deja de ser una idea utópica. Pero como en el arte, el fútbol no está exento, diegética y extradiegeticamente, de zozobra y terror. Sería bastante ingenuo de mi parte quedarme con el costado idealista y elegíaco de la moneda y no pensar que, incluso antes del anuncio de la Superliga(que no es más que la explosión de un Big Bang que lleva cocinándose más tiempo del que pensamos) el fútbol ya lleva muchísimo rato pudriéndose lateralmente. Pero nos estábamos haciendo los idiotas. 




En el plano personal, mi primer flechazo no fue con el equipo de mi ciudad, mucho menos con el de otro país. No fue viendo una pantalla, no fue pagando la cuota de un servicio de televisión, ni-por suerte-manejando un joystick. Para mi, para los jugadores y entrenadores que he admirado toda mi vida, y para los amigos que me han acompañado en todas esas peripecias, la pasión entró por la puerta del juego. Por lo lúdico y lo epifánico de saber que correr detrás de un balón tiene mucho sentido, y que que en eso hay todo un mundo por descubrir. Giraba en torno a la aventura, a la complejidad de resolver cada jugada y de todas las emociones que se desprendían a partir de ello. Jugar y sentir. A posteriori, me parece, es que comienza todo lo demás. El interés por ver como tipos que empezaron como nosotros, en la calle, llevan ese ejercicio divertidísimo a un nivel impensado y en un universo de mucho más glamour. Los periodistas persiguiendo y acosando a Messi, los nuevos guayos nike de Cristiano Ronaldo, lo más o menos caro que se va haciendo ir a ver a tu equipo cuando juega de local por la Copa Libertadores...simple y llanamente, lo otro. La parafernalia.  

Vamos creciendo y vamos viendo cosas nuevas, el mundo se va transformando en algo que notamos pero no podemos definir con certeza qué es, y las cartas se nos son mostradas como si estuviésemos en una mesa de póquer. Partidos en horario favorable para anglosajones y asiáticos, escándalos de amaños arbitrales, calendarios absurdamente apretados con partidos todos los días, fichajes y contratos mastodónticos, Copas del Mundo compradas, magnates estadounidenses, rusos, chinos y árabes gobernando clubes europeos. Presidentes de equipos que no pueden decir con seguridad cuánto pagaron o recibieron por un futbolista, escándalos de corrupción en federaciones, racismo, xenofobia, homofobia, exitismo, entrenadores cesados tras cinco jornadas. Aficionados que miran el juego con el prisma del FIFA Ultimate Team, gran porción del periodismo deportivo perfilado a lo morboso, lo falso y lo vulgar...¿Estamos seguros de que la Superliga Europea viene a pervertir un campo impoluto y libre de todo mal? ¿La industria futbolística era un jardín de monjas y de repente se convirtió todo en una red mafiosa salida de The Godfather?  ¿No será más bien que, bajo el discurso de "este no es el fútbol del que me enamoré", ignoramos completamente el hecho de que existe un fútbol que ya aceptamos? ¿Por qué nos indignamos y nos desmarcamos de la responsabilidad?




A lo que voy es que el balompié no vive en un planeta aparte con forma de pelota, y el que esté convencido de eso...hace parte fundamental de la conspiración. Es posible que no exista una sola cloaca social que no se vea resignificada de la forma más cruda en la industria futbolística. Esa es una realidad insoslayable que todos estos años legitimamos como consumidores, y que ahora queremos tapar colocando el grito en el cielo al unísono de están matando al fútbol. Una frase bastante similar a la tan repetida idea de que ahora el capitalismo es salvaje. Yo creo, francamente, que el capitalismo siempre fue salvaje. Solamente que ahora está dispuesto a demostrarlo descarada y fervientemente. Entonces si sabemos que el fútbol, por sus características variables, azarosas y sentimentales, trasciende culturas y genera reacciones que otro deporte no logra despertar en la inmensa mayoría, no es de extrañar que vaya de la mano con el capital. La plata lo acompañó siempre. Pasa que con el dinero viene el poder, y con el poder viene la necesidad de definir quién es el enemigo. Y de que mi enemigo se meta conmigo al baño para comprobar quien de los dos la tiene más larga.

La movida en contra de la Superliga es tal, que ahora Nasser Al-Khelaifi(presidente de PSG), por ejemplo, parece ser el bien sobre la tierra. 

Es evidente y hasta redundante afirmar a estas alturas que desde hace años UEFA y clubes(que tienen ganas de comportarse más como si fuesen franquicias de F1) arrastran un fuerte conflicto por la repartición del dinero. Se supone que toda esta guerra fría con Florentino aplicando la vieja treta de cagarse en todo y venderse como el salvador, con las ligas locales amenazando expulsiones y sanciones, con equipos priorizando la armonía con sus hinchas y bajándose de la Superliga, con la FIFA advirtiendo el apocalipsis del fútbol de selecciones y con espectadores que en un acto reflejo manifiestan su asco hacia este torneo que promete partidos potentes y divertidos(algo que, a priori, no suena descabellado), es para ver si los gordos de traje que se deben poner de acuerdo, lo hacen. O reformulan, o estalla todo. Están a tiempo de corregir este primer paso agigantado a algo que no sabemos bien qué es, pero se oye como otra cosa.  

 Convengamos que las federaciones, muy a pesar de también estar coloreadas con el mismo color de mierda que las directivas de estos equipos, te garantizan cierta equidad y un escenario sobre el que los más chicos puedan medio competir con los depredadores. Pero sus estériles mecanismos de control, sumados al golpe que supuso la pandemia(porque sí, con coronavirus y todo the show must go on) y la disparidad de recursos, cavaron un pozo del que los clubes implicados(R.Madrid, Barcelona, ManU, Juve, Inter, Milan, ManC, Arsenal, Chelsea, Spurs, Atleti, Liverpool) quieren salir a como dé lugar. El estar endeudados hasta la tráquea les hizo plantear esta super idea que, además de ser profundamente elitista y atentar contra la naturaleza misma de la competencia justa, podría ser la estocada final que confirme uno de mis mayores miedos: el fútbol se está convirtiendo en contenido. Tema que, en definitiva, quedará para otra ocasión. Porque si esta ya es una historia de juguetes rotos, no quiero ni pensar en cómo será si la adaptan y la transforman en una producción al más vomitivo estilo Netflix. Con un guion flojo, una apuesta en escena nula, y futboleros mirando argumentos eficazmente maratónicos, pero desteñidos y carentes de magia. Vendidos a la garantía de un entretenimiento, estarán preguntándose en qué momento se murió el deporte que amaron con todo su corazón. Y si este espectáculo que están viendo hace parte del velatorio. 




 

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